El Amor nunca falla

El principio fundamental de la meditación es que nos convertimos en lo que meditamos. A través del tiempo, la transformación que se opera en nuestro carácter y en nuestra conciencia tiene que manifestarse en nuestras relaciones diarias. San Francisco dijo en una ocasión que rezamos para compartir la paz del Señor, pero que las horas del día han sido creadas para que derramemos esa paz por los lugares donde habitan las personas.

Cuando las cosas no andan bien debemos conservar la paciencia y la comprensión, es conveniente que manejemos esa energía originada en la meditación para acercarnos y demostrar a esa persona una especial amabilidad. Es una gran bendición repetir el Santo Nombre de Jesús cada vez que tenga oportunidad, especialmente en los momento difíciles de nuestras vidas hasta que la agitación de su mente se apacigüe.

Nuestro objetivo principal es reformarnos a nosotros mismos. Mientras sigamos llenos de nosotros mismos y de nuestros intereses egoístas no le daremos lugar a Dios para que trabaje en nuestras vidas. Cuando consigamos estar sumergidos en la paz del Señor nos despojaremos de todos esos desagradables estados de ánimo que perturban nuestras relación.

La represión embotella nuestras energías, de manera tal que aflora de manera destructiva cuando no puede aguantarse más. Pero cuando esta energía es transformada, se va liberando cada día en formas creativas. Dejemos de alimentar rencores, porque cuando uno planta una palabra amable en alguien que nos ha herido, aún cuando se trate de una pequeñísima semilla, la cosecha será abundante.Enfrentar situaciones ásperas y personas obstinadas con serena paciencia, requiere fortaleza interna que exige el verdadero amor.

El resentimiento no solo provocará caos en nuestro bienestar emocional sino que destruirá nuestro funcionamiento físico también. Si en medio de nuestras dificultados logramos acercarnos a otro ser entristecido o enfermo y le ofrecemos nuestra ayuda, nos daremos cuenta de que, mientras tratamos de levantarle el animo, estamos levantando el nuestro también.El amor no tiene límites, no se circunscribe a una persona o a una familia. El gozo que trae el amor y ser amado, el sabernos útiles a los demás, ese es nuestro deseo más profundo.

El verdadero perdón exige que no solo no tomemos como una ofensa personal ninguna cosa desagradable que se nos diga o haga, sino que además realicemos un esfuerzo excepcional para comprender la situación de la otra persona. Cuando empezamos a tener intimidad con la que le agrada al Señor, nuestra personalidad empieza a cambiar. Hacemos un esfuerzo mayor para ser pacientes con los demás y aún cuando el enojo aparece es menos punzante.

Con el tiempo comenzamos a enriquecer nuestra vida interesándonos por los demás, dedicando nuestro tiempo y energía en ayudar a resolver las dificultades que enfrentan los que nos rodean. Al dirigir nuestra atención hacia el bienestar de los otros, hacemos que nuestra vida se vuelva más plena y más bella. Ese amor debe ser desinteresado. Comienza allí donde estés, extiende tu amor hacia las personas que te rodean. Llena tu hogar de amor y deja que ese amor irradie hacia el exterior. Hay hambre de pan, pero también hay hambre de amor, de cariño, de interés y esta es la gran pobreza que sufre la gente.La falta de amor no solo conduce a la soledad, a la desesperación y el resentimiento, sino que puede provocar el deterioro de los órganos vitales.

El amor no se fundamenta en sensaciones, es un estado mental duradero, no se preocupa que puede obtener si no que puede dar. El amor puro nutre y sana.

Autor: Eknath Easwaran
Publicado por Rocio Figuerero

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